EL PORQUÉ DE NUESTRA ASOCIACIÓN AS.P.U.R.

EL PORQUÉ DE NUESTRA ASOCIACIÓN AS.P.U.R.

Por Abitín
Cabría rellenar numerosos folios para tratar de explicar el porqué de un proyecto de
esta índole y poner de relieve su bondad y sus múltiples ventajas, sin embargo nos limitaremos a
reflexionar sucintamente sobre algunas de las razones que son las que nos han movido a no
cejar en el intento.

Afortunadamente la sociedad del bienestar que nos acoge y en la que nos ha tocado
vivir, nos brinda la oportunidad de llegar a una edad avanzada pletóricos de vida y de
juventud, cargados todavía de ilusiones, de proyectos y de ganas de seguir completando
nuestra personalidad con las ventajas que aporta la madurez.
Ser profesor, de la misma manera que cualquier otra profesión, además de la
preparación inicial y de la formación continua durante toda la vida, requiere eso que llaman
oficio que no es otra cosa sino la experiencia acumulada. Esa experiencia acumulada u oficio
no se pierde a unos años determinados sino que se mantiene y, en todo caso, se incrementa, de
tal manera que es una reserva incalculable de ciencia pedagógica y un potencial docente que no
se debe desaprovechar. Experiencia que AS.P.U.R. la pretende poner al servicio de la sociedad,
a la que tanto debe, fundamentalmente por tres vías diferentes aunque convergentes: proyectos
educativos, colaboración con los centros (equipos directivos, alumnado) y apoyo al
profesorado (en activo o de Escuelas y Facultades Universitarias).

Cada profesión tiene sus características propias y configura, con el ejercicio de la
misma, un perfil de persona con unas exigencias y unos valores muy específicos. La enseñanza,
o mejor dicho la educación, que va mucho más allá, produce en el educador, no ya sólo en el
educando, un ciudadano nuevo y distinto que requiere un tratamiento propio y también
distinto, no digo ni mejor ni peor, en todo caso igual al que la sociedad en que la ha tocado
vivir proporciona al resto de los ciudadanos. Ese tratamiento distinto es el que exige una
Asociación como la que se propone que dé cobertura a las necesidades propias de unas
personas con unas exigencias diferentes. Esa especificidad del docente viene determinada no
sólo por su preparación académica y cultural o por el objetivo final del ejercicio profesoral
cuotidiano de “preparar el ciudadano o el hombre del mañana,” que suena de una forma tan
altisonante, sino, fundamentalmente, porque la materia prima sobre la que trabaja es la persona
en su totalidad; cometido que no tiene ninguna otra profesión. El profesor es el gran humanista ,
aunque su especialidad sean las ciencias y no sólo las humanidades y, como tal, ha de ser
tratado.

Ese contacto de cada día con el hombre, con la persona en su totalidad, con todo el
cúmulo de complejidades que encierra un adolescente o un joven, hace que el profesor tenga
una sensibilidad especial hacia todo tipo de necesidades y carencias del mundo que le rodea.
Por eso no es extraño ver cómo muchos, cuando dejan de tener cargas académicas buscan por
diferentes caminos, en razón de sus circunstancias, la manera de ayudar y colaborar
desinteresadamente en proyectos de cooperación. Una Asociación como la que se pretende
poner en marcha haría de catalizador de todas esas inquietudes y las encauzaría según las
posibilidades y aptitudes de cada cual y en razón de las necesidades surgidas en cada momento,
para hacerlas más eficaces.

Corresponde a los poderes públicos, bien sea el Estado, Comunidad Autónoma o
Ayuntamiento, aprovechar ese potencial humano, cultural y educativo y arbitrar fórmulas para
no despilfarrar ese capital acumulado. Por otra parte, bien es cierto que esos poderes
públicos tienen la obligación de cubrir las necesidades de todos sus ciudadanos, en este caso
apoyando y contribuyendo a que proyectos de esta índole puedan salir adelante.